viernes, 26 de febrero de 2010

De anarquía y metafísica

"Cualquiera sea la forma de este lenguaje y su poesía, he notado que en nuestro teatro, que vive bajo la dictadura exclusiva de la palabra, ese lenguaje de signos y de mímica, esa pantomima silenciosa, esas actitudes, esos ademanes, esas entonaciones objetivas, en suma, todo cuanto hay de específicamente teatral en el teatro, todos esos elementos, cuando existen fuera el texto son para todo el mundo la parte inferior del teatro; se los llama 'oficio' negligentemente, y se les confunde con lo que se entiende por 'puesta en escena' o 'realización', y hasta podemos considerarnos afortunados cuando la expresión 'puesta en escena' no se emplea para designar esa suntuosidad artística y exterior que corresponde exclusivamente a los trajes, las luces y el decorado.
Y oponiéndose a este punto de vista, que me parece enteramente occidental, o mejor latino, es decir limitado, diré que en tanto ese lenguaje nazca de la escena, en tanto derive su eficacia de una creación espontánea en escena, en tanto luche directamente con la escena sin pasar por las palabras (y por qué no habríamos de imaginar una pieza compuesta directamente en escena, realizada en escena), la puesta en escena es entonces teatro mucho más que la pieza escrita y hablada. Se me pedirá sin duda que precise lo que hay de latino en ese punto de vista opuesto al mío. Latina es la necesidad de emplear palabras para expresar ideas claras. Para mí, las ideas claras, en el teatro como en todas partes, son ideas acabadas y muertas.
La idea de una pieza creada directamente en escena, y que choca con los obstáculos de la realización e interpretación, exige el descubrimiento de un lenguaje activo, activo y anárquico, que supere los límites habituales de los sentimientos y las palabras.
En todo caso, y me apresuro a decirlo, un teatro que subordine al texto la puesta en escena y la realización -es decir, todo lo que hay de específicamente teatral- es un teatro de idiotas, de locos, de invertidos, de gramáticos, de tenderos, de antipoetas, y de positivistas, es decir occidental."

[...] El teatro contemporáneo está en decadencia porque ha perdido por un lado el sentimiento de lo serio, y por otro, el de la risa. Porque ha roto con la gravedad, con la eficacia inmediata y dolorosa: es decir, con el peligro.
Porque ha perdido además el verdadero sentido del humor y el poder de disociación física y anárquica de la risa.
Porque ha roto con el espíritu de anarquía profunda que es la raíz de toda poesía. [...] El mejor modo, me parece, de mostrar en escena esta idea de peligro es recurrir a lo imprevisto, no en las situaciones sino en las cosas, la transición intempestiva, brusca, de una imagen pensada a una imagen verdadera; por ejemplo: un hombre que blasfema y ve materializarse ante él la imagen de su blasfemia [...] Otro ejemplo: la aparicón repentina de un ser fabricado de trapo y madera, inventado enteramente, que no correspondiese a nada, y sin embargo perturbador por naturaleza capaz de devolver a la escena un pequeño soplo de ese gran miedo metafísico que es raíz de todo el teatro antiguo."

-A. Artaud.

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